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Cresta de Cregüeña
Una cabalgada solitaria por la Maladeta
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Una cancioncilla aparece de forma espontánea en mi cabeza y, de forma repetitiva, ocupa buena parte de mis pensamientos. En ocasiones, es incluso una musiquilla un tanto absurda, como en aquella ocasión con una canción de unos tal “no sé qué de Palacagüina”. Era tan absurda que intentaba quitármela de la cabeza si éxito.
Esta vez, mientras subía de noche por el Valle de Coronas, camino de las Crestas de Cregüeña, llevaba una canción de Amaral sonando de manera insistente en mi cabeza: “son mis amigos, en la calle pasábamos las horas… son mis amigos por encima de todas las cosas”
Supongo que era más acentuada por el hecho de ir solo y lógicamente, no tener nadie con quien ir hablando.
El viernes, me llevé la mochila con el material al trabajo para una salida “exprés” de esas que me gustan. Pasadas las 7 de la tarde salía de casa camino de Benasque para dormir en el coche al final de la pista del Valle de Vallibierna. A las 6 de la mañana ya estaba en marcha hacia de los lagos de Coronas y el collado de Aragüel donde comienzan las Crestas. Bajo la luz de la linterna frontal la cancioncilla resuena insistente: “son mis amigos en la calle pasábamos las horas. Son mis amigos por encima de todas las cosas”.
A las 9 de la mañana estoy en la cima de la Punta de Cregüeña (3.015 mts). Hasta aquí todo ha sido caminar con un último tramo de fáciles trepadas. Hace un buen día y la vista desde aquí es magnífica, con la pared SE de la Maladeta en primer plano. Tengo una especial tirada hacia esta pared escondida en un rincón salvaje, que cuenta con uno de los mejores granitos en altura de los Pirineos y ¡¡hasta tengo una vía abierta en ella!!
Me pongo en marcha a plena cresta con una destrepada de III seguida de un rápel donde apuro toda la cuerda. He traído una cuerda de 60 mts, varios anillos largos, 3 cintas, medio juego de empotradores y el rapelador.
Ahora subo, ahora bajo, un rápel. Vuelvo a subir, vuelvo a bajar, otro rápel más, para remontar finalmente hasta la cima de la segunda cima de la Cresta, la Punta Juncadella (3.005 mts). Para bajar de ella vuelvo a tirar otro rápel apurando la cuerda, continuando hasta la base de la tercera cima, la Aguja Haurillon. Seguramente la pared que da acceso a esta Aguja sea el tramo más vertical y difícil de la Cresta. Primero hay que superar un bloque empotrado hasta una repisa, para seguir después por una especie de chimenea-diedro-fisura vertical de buena roca y con buena presa. En este tramo hay abandonados un par de friends y un curioso taco de madera en la fisura superior.
Desde la cima (3.035 mts) otro rápel permite descender para continuar subiendo y a veces, bajando bloques para encarar el tramo más largo y continuo de la cresta. Bloques y más bloques que, en algún momento se me hacen pesados. Subir, flanqueos y algún que otro “invento” hasta llegar a los 3.350 mts del Pico Maldito.
Antes de continuar hacia la cima de la Punta Astorg, una pareja que está en la cima (las primeras personas que me cruzo en todo el día) me dicen que hay otra Aguja a unos 5 minutos y que está incluida en la “lista de los Tresmiles del Pirineo”. Por si algún día se me ocurre acabarlos todos, les acompaño y me apunto otro 3000.
Ahora sí, foto en el curioso bloque de roca de la Punta Astorg (3.354mts) y emprendo el camino de bajada. 3 rápeles por una canal cercana a la cumbre, me llevan a los inmensos pedregales que se extienden hasta el Lago Superior de Coronas, siguiendo un laberinto de bloques.
Desde aquí solo queda seguir el camino de bajada hasta el coche y regresar a dormir a casa, mientras las cancioncilla sigue resonado en mi cabeza: “son mis amigos en la calle pasábamos las horas. Son mis amigos por encima de todas las cosas”