«A mitad de la travesía pido un chubasquero para preservarme algo del chaparrón (cascada de agua) y no me quito los pantalones porque la difícil postura sobre un estribo lo hace imposible. Debe ser ridículo un individuo colgado de una doble cuerda con gabardina, pero sin ninguna preocupación por la estética sigo hasta la plataforma.
El chubasquero sirve de bien poco, el agua entra por el cuello y mangas y la que se escurre por la cuerda que estoy asegurado, pronto me deja empapado como si no llevase nada.»